miércoles, 15 de diciembre de 2010

الربع الخالي, (o Infancia en Rub al-Jali)


Mi pasado es una guerra emprendida en un desierto.....Hoy

solo quedan sus huellas bajo el polvo

como un montón de señales que nadie ve.

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Los días limpios de invierno

el sol hace brillar las armas…

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El óxido vuelve a resplandecer y la tierra

arde de nuevo....se ruboriza…

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El sol, a través de mi recuerdo, no deja de quemar

las arenales que intenté apropiarme…

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Amanece entre las ruinas de Ubar y los cuerpos

restantes de esos primeros 10 años de guerra

suelo confundirlos con el rasgo pardo de la infancia

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ese agobio era silencioso y diáfano

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a mis desiertos.....no voy a volver.

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Bs. As., 8-8-10

Desnudo en Bélgica


Oís la nieve cubrir a tus espaldas
esa foto de terrazas grises
son las 2 a.m.
......y escribís a tus amigos sin buscar respuestas
quizás para acallar el deshielo de los copos al caer
.....y la distancia.

Nunca dejás de preguntarte
por qué vine .....en cada ciudad
en la que estás
..... tus 19 años son marginales
y la nieve desvela esta aflicción más que otras noches.

Dijiste venir en busca de alguna frase sencilla
que encabezara el final de tus diarios
y de las catedrales y del cielo bajo que no visitan los turistas
sino cuando viajan en busca y sin dinero para hoteles,

una ciudad chica donde lo digan todo:
......eso que decís
querer y evitás más que nada
......en una lengua desconocida.

Pero creo que tus temores hablan mezcla de lunfardo, rehuí y desgano,
que en verdad buscabas alejarte más del Sur.... un poco más
y en ese afán dimisionario desbocaste los veranos que quedaban al volver.

Bruselas, 13-2-10
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miércoles, 27 de octubre de 2010

El cuaderno de las tapas endebles

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1

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Hoy murió Néstor Kirchner. Cuando tenía diecisiete (y la sensación de perennidad de los años anteriores comenzaba a disiparse en el atisbo torrencial de la adultez) tomé la decisión de llevar un diario. Casi me obligué a hacerlo. Nunca fui bueno con las costumbres y desde entonces no mejoré nada. Mis hábitos son transitivos, a veces circulares, y esa dejadez explica este borrador del 27 de octubre de 2010. Pero la historia del diario en sí es secundaria. Solo me gustaría decir que el primer borrador es anterior a toda ficción personal. Que ese afán perentorio de llevar un registro de los años –los paisajes estacionales, las mujeres, los amigos– tiene la forma inicial de un cuaderno rebasado de palabras impresas.

En ese cuaderno –Avón estudiantil nº5, la tapa ostenta una panorámica del glaciar Perito Moreno– hay muy pocas anotaciones. Se trata de una suerte de breviario de época. Engrosaba sus páginas con la misma persistencia que las antiguas agencias de recortes. Una persistencia inútil en tiempos de hiperconectividad. El papel prensa es de muy bajo gramaje, comienza a resquebrajarse tras el primer año de archivo y después se despega, se afea y se ambarina. Buscaba conservar algunos retazos de mi época de todos modos. Contra toda volatilidad electrónica. Un collage artesenal que abarca un verano y un otoño enteros.

Hoy me acordaba de ese cuaderno de tapas endebles. Sartre escribió una vez que es necesario apropiarse de la época que nos tocó vivir (1).Aunque nos disguste, resulte o no plana, anodina y líquida. Leí ese pasaje por 2007 (era la décima página de una edición Gallimard de bolsillo que terminé de arruinar en un viaje a la Patagonia) y me disgustó. La gente es rara, se ofende fácilmente, los comentarios más certeros suelen volverse impertinencias. Sencillamente porque se alejan de toda idea de compasión. La consigna de Sartre –tan abrumadora, temeraria, tan oscuramente marxista– implicaba una responsabilidad básica. La idea es simple, hace del compromiso una atadura con el presente. Implica despojarse de toda nostalgia en sí; jugar el turno que nos dejó el azar. Me hice de esa consigna aunque me disgustara. Más allá de toda aflicción conformista. Y por eso empecé a llenar ese cuaderno de tapas endebles. Como si esa colección implicara un primer reconocimiento generacional.

La primera versión es un diario personal que nada dice de la persona en sí. En la primera página, algo desmembrada del anillado, hay dos recortes y dos fotos. En la segunda –la más borrosa–, Cristina Fernández viste una boina vasca y mira, distraída, hacia un costado. De negro, Néstor Kirchner cruza la mirada en sentido contrario. Parecen dos turistas distendidos. En esa foto (telam) se los ve radiantes. Pareciera augurar hasta un tercer mandato. Esa primera página, rebujada, levemente combada por los montones de plasticola, me molestó hasta este miércoles. Cierta contrariedad aparejada a la idea de crecer en tiempos de reformas. La moderación contra la piel tersa del adolescente. Ese cuaderno atraviesa el bombardeo aéreo a la frontera ecuatoriana; los plebiscitos de Chávez; la asunción de Cristina Fernández hasta los días finales del conflicto por las retenciones. Tenía diecisiete años y ninguno de esos hechos me parecía suficiente o trascendental.

Volví a abrirlo esta tarde. Después de pasar la mañana recorriendo una ciudad desierta. Como si el paisaje de este día pudiera zafarse del casillero que señala el 27 de octubre. Como si la noticia no se correspondiera con el funcionamiento normal de un miércoles. Hasta ayer, el lomo de ese archivo desprolijamente saturado de papel prensa desataba en mi algo de tedio. Pasó el tiempo. Este día, dos años después de llenar la última página, recibo una impresión más avejentada de esa foto desteñida que introduce el diario. Aquel panorama político comienza a distanciarse (quizás definitivamente en el país) de lo que pude apropiarme en mi adolescencia.

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2

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El ruido de las bocinas y los motores fue reemplazado por el canto de los pájaros. Salí de casa apenas pasadas las siete. Conmigo llevaba nada más que una mochila (1 novela de H. Murakami, 1 poemario de W. H. Auden, 1 Mp3 para amenizar el trabajo de formularios). Nunca vi la ciudad tan desierta como esta mañana. Es la ciudad breve que describe De Santis para El País. El cielo tan despejado como las avenidas. Como si la ciudad se congelara para anunciar lo imprevisto. Pienso en el papel blanco que resta al finalizar todo capítulo de un libro (en ciudades desiertas como páginas vacías) y que anuncia próximos capítulos.

De Santis escribe: pasadas las 9 llegó la noticia de la muerte de Kirchner que golpeó en cada casa como si se tratara de otro extraño censo, encargado de averiguar nuestras reacciones ante lo inesperado. Con la muerte ocurre algo parecido: nos llega la noticia de que ha muerto el ex presidente, pero a la vez la noticia de que existe la muerte, como si no lo supiéramos del todo.

La reacción general es de sorpresa. La noticia atraviesa el paisaje como un trueno lento y pesado. En casa, los televisores parecen sintonizados en espera de la muerte de Kirchner. Yo me enteré en el reducto de un ascensor de servicio. Como la lluvia, pude intuir un murmullo leve, después la conjetura y finalmente el chaparrón. Terminaba de censar un sexto piso. Hacia el quinto, el ascensor en movimiento, volvieron a llamarme. Señor. (…) Digamé. (…) Se murió Néstor Kir… y la voz se perdió tres o cuatro pisos arriba. Al llegar a planta baja pedí una radio. Nada más que dos palabras.

Quise pensar en las consecuencias políticas. Pero no obtuve sino el mismo embelesamiento idiota de los primeros diez minutos. Después pensé en la reacción de la reacción (en el silencio, el champagne, los bocinazos). Y después quise recrear varias imágenes. Como una suerte de tráiler que me diera más que dos palabras. Un lapso que pesara más que las diapositivas que publicarían los diarios del jueves. Algo más que necrológicas e incertidumbre.

La imagen es esta. Allá, en Santa Cruz, el tipo más poderoso, dicen, del país, encorvado sobre un montón de papeles, sin tregua, autómata. Pensé en un departamento luminoso o un sitio anodino, espartano, sólo con lo estrictamente indispensable para trabajar. La habitación representa un mundo de sobriedad, introspección y disciplina. Los únicos adornos son las aristas cuidadosamente dibujadas de los artefactos eléctricos. Los monitores y el televisor. Plantillas finísimas de cristal líquido donde resplandece toda la información que un tipo puede aprehender con sus ojos. Después el primer ataque, la situación de rotunda soledad. ¿Cómo no había un médico con ellos? me dice un vecino. No había. El llamado a la ambulancia, el traslado, el plano secuencia. La certeza de unos pocos, el rumor, más tarde el titular atravesando las ciudades desiertas del país. Las notas y las fotos que van a cerrar (una vez más) ese cuaderno abandonado por 2008.

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3

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La reacción general es de aflicción. Del otro lado, el silencio que no logra, todavía, sondear el límite de la sorpresa. A las once de la noche del miércoles, La Nación On line solo habilita comentarios en dos de las veintiséis notas dedicadas a Kirchner. Pero no hay comentarios. Las banderas a medio izar / los pésames presidenciales por tweeter / el luto en los perfiles de facebook. Una respuesta literaria y emocional. Como la de los párrafos anteriores. Sencillamente porque atendemos a la muerte en primer lugar. La hacemos pasar y respondemos algunas de sus preguntas. Nos tomamos un café con ella en un gesto de solemnidad. Después vienen la decepción y el arrebato. Solo más tarde cabría detenerse ante la situación en sí. Cuando la aprehensión desplace la sorpresa. Cuando los titulares de esta madrugada sean devueltos a los basurales de la ciudad.

Kirchner sea probablemente el mejor presidente de los últimos cincuenta años. Pero su muerte desnuda una articulación del poder sumamente confusa y trastornada. Amenaza con disipar la fuerza de un movimiento franqueado por figuras individuales, fragmentadas, pero mucho más poderosas que hace tres años. El asesinato político de Mariano Ferreyra precede este relevamiento.

El pesar de la oposición política es meramente situacional. Cuestión de días. Se trata del sector que reivindica los monopolios mediáticos, los ingresos extraordinarios del campo, la institucionalidad del laissez-faire. Su retórica es la del eterno retorno. ¿Retorno a qué? La muerte del líder de un movimiento desmembrado –que aún cuenta con un fuerte apoyo popular– franquea el paso a la reconfiguración de la derecha. La muerte toca la puerta en primer lugar. Después invita a la oposición. En ese departamento hay dos funerales. El primero es emprendido por una multitud. En otro recinto, las exequias cobran los rasgos de un sistema político degradado. Esa constitucionalidad tambaleante que solo reivindicaron los primeros gestos de este gobierno. El viraje que hoy está en juego.

Solo pensé en esto al volver a casa. Ahora pasan de las seis. Pienso que una diferencia porcentual podría destrozarlo todo en un mandato. Como la feliz renuncia de Menem permitió el viraje de la historia política del país lejos de los paradigmas inmediatos. ¿Puede ocurrir lo mismo en dirección contraria? Hay una diferencia fundamental entre los resultados electorales que reparte el poder político entre el kirchnerismo y la oposición. Optimista (según donde se lo mire). Kirchner hizo lo que nadie pudo hacer en mucho tiempo. Supo construir un liderazgo político. Devolvió la legitimidad a un régimen de derecho. Y Cristina es su más veraz continuadora.

Para mañana, la CGT convocó una concentración en Plaza de Mayo. Vuelvo al asesinato político de Mariano Ferreyra. La convocatoria es absolutamente innecesaria. Eso puede verse este miércoles. Lo que no tolero es la solemnidad cabizbaja de la dirección de la CGT. Tanto como el sugestivo silencio de los opositores. ¿Esa fotografía retrata a los transformadores del 2003? El gobierno de Kirchner significó un quiebre de las políticas que nos llevaron a la ruina. Pero Moyano nada tiene que ver con el viraje. Lo de mañana es una demostración de fuerza innecesaria. Porque el apoyo popular está ahí –sin gordos, sin vicepresidentes afligidos.

¿Puede sobrevivir el kirchnerismo a las estructuras en las que rearticula cada año su poder político? ¿Hasta qué punto genera un vacío de poder la muerte de Kirchner? Un asiento vacío. Este no es el primer golpe que recibe el kirchnerismo. Es, más bien, el peor golpe que podía recibir el gobierno en los últimos años. El gancho inesperado en medio del match. Si no profundiza una crisis, facilita sus condiciones. Una muerte que redibuja el escenario político argentino. ¿Qué lugar ocupa mañana Moyano en la plaza? ¿Qué palabras aguardan bajo el respetuoso silencio de la oposición? Me es muy difícil pensar en esto hoy. Me cuesta mucho escribir esto. Pero cabría decir que la sucesora es una persona tanto o más capaz que Néstor Kirchner. Aunque se vea sujeta a esta serie de interrogantes.

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4

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Nadie es ajeno a la realidad política en la que crece. El primer acto de dignidad del que vive entre los émbolos de una época es el de la anástrofe. Ref: Inversión violenta del orden de las palabras. Que estos tiempos nos pertenezcan en lugar de pertenecerles. Aprehender el presente fulmina todo remordimiento de omisión futura. La nostalgia de lo que no nos tocó vivir es absurda. Los que nacimos en los noventas no necesitamos eso. La nostalgia reviste una contemplación angustiosa e inefectiva. Una ficción escrita en una lengua desconocida. Por mi parte, aprendí a leer el reverso de los diarios (más asiduamente el de la historia) en tiempos que si no me parecían alentadores eran por lo menos necesarios. Había que atravesar la derogación de los indultos y la renovación de la Corte para ver de cara al futuro. La institucionalidad (esa palabra tan distinguida en la Argentina) implicaba una renovación notable. Porque no sé puede recuperar lo que jamás existió. Eso me pareció claro del gobierno que asumió cuando tenía trece años. Aunque la sensación general (la del eterno retorno) fuera otra.

Vuelvo a pasar las páginas de ese cuaderno. Creo que de algunas cosas estoy agradecido. No crecí políticamente en los noventa. El gobierno de la alianza acabó con mi infancia tal como la reconozco. Pero no diezmó ninguna expectativa. Quizás por eso resulte sigiloso este borrador del 27 de octubre. Por eso y una ambivalencia demasiado trotskista, reticente y marginal. Los gobiernos anteriores a Kirchner no fueron para mí decepciones sino confirmaciones. Fue la revelación del kirchnerismo (tan distinta) la que impulsó una profunda innovación de convicciones. La necesidad de asumir una época. En una edad (y en un país) en la que muchos iniciamos esa búsqueda.

Exigua, siniestra, inexacta, burguesa e incompleta, esta historia política es más rica que la anterior. No lo niegue nadie. No sé cómo podría tomar a los 20 años la asunción presidencial de un empresario noventista o un radical bonachón. De carácter agradable, supongo, pero soso y apagado, siempre con la boca abierta y un aspecto de lelo que me saca de quicio. Detrás de ese temple deficiente –el de Cobos, por ejemplo– se ocultan los mecanismos tradicionales de la política. Es decir, de la tradición que más rechazo.

Recorto la foto en la que Kirchner ordena bajar los cuadros de Videla y Bignone en la ESMA. La vuelco en el reverso de la contratapa del cuaderno. Debajo, escribo que hay que saber discernir entre los aciertos y los desatinos. Estar más atentos que nunca. Es cierto que mi memoria se fue alejando de esos primeros años de kirchnerismo y ya son muchas las cosas que olvidé. Quizás esta muerte tiene más dolores de los que estoy dispuesto a reconocer ahora. Pero estoy seguro de que son dolores por venir.


en diario 27-10-10


“Suele lamentarse la indiferencia de Balzac ante las jornadas del 48 y la temerosa incomprensión de Flaubert ante la comuna: la lamentación es por ellos; hay ahí algo que perdieron para siempre. Nosotros no queremos perder nada de nuestro tiempo; tal vez los hubo mejores, pero este es el nuestro”.





life changes in the instant (II)

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Life changes fast. Life changes in the instant. You sit down to dinner and life as you know it ends.

J. D.
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life changes in the instant

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.Life changes fast.

Life changes in the instant.

You sit down to dinner and life as you know it ends.

The year of magical thinking.
Una crónica autobiográfica,
magnificamente escrita por J. Didion.
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domingo, 24 de octubre de 2010

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Les beaux livres sont écrits dans une sorte de langue étrangère.
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M. P.
telegrama de C. P.

atonement

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"If divorce had presented itself as the dastardly antithesis of all this, it could easily have been cast onto the other pan of the scales, along with betrayal, illness, thieving, assault and mendacity. Instead it showed an unglamorous face of dull complexity and incessant wrangling".
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I. McEwan, cada tanto...
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