sábado, 24 de octubre de 2009

testa dentro, che qua fuori è un brutto mondo

.
-
Hace unos días una persona amiga mencionó un pequeño monologo de una película que habíamos visto por cable, por primera vez, hará más de un año. El estreno de Luciano Ligabue (suerte de Iván Noble romano, pero más versátil) en la gran pantalla. Un recuerdo de juventud, un amague a las formas lineales de expresión en el escenario convulso de la lucha de clases, Radiofreccia presenta una tangente a las formulaciones típicas de la época. De finales de los noventa, claro. A pesar de todo, y de la música que hace Ligabue, prefiero creer ingenuamente que aquello propuesto en la película no cae en el divague apolítico. Un loco que sintoniza la voz de los muertos, un padrastro grosero, un amigo que muere de romántico entre dos Mercedes-Benz en llamas, un cornudo que no llega a la noche de bodas, y aquel que recuerda y narra. Una radio independiente que se entendería como eje de trama.
El gran burako de Freccia, aquel tipo que pasa de la proletarización a la heroína, no es repuesto sino por la historia vivida. Credo che per credere, certi momenti, ti serve molta energia. El credo de Freccia es alternativo: voz de los fragmentos ajenos a los bautismos generacionales. Entre los caudales incipientes que acantilaron en las Brigate Rosse, los cuervos intelectuales de izquierda (¡di prima della morte di Palmiro Togliatti!) y los nuevos veranos calientes, la vida de cuatro tipos que juegan mancha, desamor, adicción y desgarro es un respiro angustiante, pero respiro después de todo. Los pasajes acoplados a la programación de Radio Raptus desarrollan la comedia nostálgica en sus variables más inverosímiles. Y no se quiera creer, al menos totalmente, que éste paréntesis idílico que propuso Ligabue muere en lo anecdótico-norteaméricano trasladado a un pueblito italiano que es Correggio. La vez que ví, de prepo, la media hora final de Radiofreccia en I-sat, a pesar de haber olvidado el nombre, registré dos cosas. La primera, postal inolvidable, a Stefano Accorsi empujando un hipopótamo intruso, en el jardín trasero de una mansión tomada. La segunda, la impresión de que esa sucesión de música, guión y fotografía que llamamos película, funcionaba inesperadamente conmigo, como puede funcionar la poesía de Girri. Noción funcionalista o un tema de rock que simplemente llega: recuperé el film en Internet y me volvió a ocurrir lo mismo. ¿Qué sino dedicar, a veces, unas palabras?
-

-