martes, 29 de septiembre de 2009

viglietti

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Hará dos sábados escuché el himno nacional del Uruguay por primera vez. Un amigo de villa crespo me había dicho de ver a Viglietti, aquel cantautor que apresaron los militares y que liberaron Sartre y Cortázar, que se había venido a Buenos Aires por unos días. No sé bien quien pasó el dato (creo que una chica seguidora de José Martí y del PSUV) pero nos encontramos en una escuela primaria en Almagro, un edificio de los cuarenta sobre Guardiavieja. Adentro, se preparaban los oradores del Frente Amplio –cinco senadores- y de público esperaban unos ciento y pico de orientales expatriados que residen en Buenos Aires. Por esa razón y Viglietti estaban ahí. Nosotros por Viglietti; lo demás vino de yapa o epílogo. Yo no pensé que en una escuelita como aquella pudiera organizarse un acto así (lo asocié, sinceramente, al tamaño de Uruguay, a la reticencia del PRO sobre ofrecer un lugar más apto). Unos cien quedaron en la calle por asuntos de capacidad.

En el acto me enteré que en octubre se realiza un plebiscito que va a determinar si los uruguayos emigrantes pueden votar desde el exterior, vía postal. Hasta ese sábado no supe que los 650000 ciudadanos de Uruguay que residen puertas afuera –15% de la población- deben pisar madre tierra si gustan de ejercer el derecho al voto. Leyó una declaración al respecto un poeta que no conozco, y habló también, labia y senil, el presidente del Frente Amplio. Socialdemócrata y emotivo: entonces tronó el himno que compusieron Blas Parera y López y Planes (a Parera le habían dicho que de no hacerlo lo fusilarían) y después el himno oriental, que viene a ser una opereta estridente que repite tres consignas una y otra vez. También es el himno nacional más largo en duración. Orientales la patria o la tumba, dice. Es el voto que el alma pronuncia y que heroicos sabremos cumplir, repite. Esto se cumpliría en caso de ganar el SÍ a la reforma del modus de voto. En casos así (me dijo mi amigo el ruso) cantar La Intenacional supera cualquier tipo de trastornos o demoras: se rematan dos temas con un solo himno.

Al rato subió el mismísimo Viglietti, que estuvo de diez. Se le ocurrió dividir la lista en dos listas iguales, cosa que entraran los de la calle en reemplazo de los que estábamos. Algo así como socializar la música o, en términos del imaginario progresista, redistribuirla. Cantó una chacarera de Yupanqui y cerró desalambrando.

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